Un
dulce perfume a madera lo inundó y en la oscuridad pudo tocar la silueta de la
Dama. Los labios como macizos
inaudibles… Ella no lo abrazó, pero de todos modos, él la sintió rozándole el
cuerpo frío. Cerró los párpados y la
recorrió sin tocar.
Quiso abrir los ojos, mas no pudo y en esa
instantánea parálisis ocular, imaginó entonces a su amada. Luego, en un mar silencioso de perfumes, ella
se esfumó hasta perderse en la bruma. De pronto, las ilusiones de un futuro
amoroso se convirtieron en la condena de un presente imperfecto.
Agudizó la vista para reencontrase con la Señora,
no obstante la niebla sólo le permitió calcular la distancia que los separaba.
Observó entre nubarrones su contorno lejano, erguido, tieso, detrás de una formación
de variadas figuras que la protegían; la mantenían distante, encerrada en ese
mundo que era una antítesis del suyo.
El fin parecía asomarse como vía posible. Su anhelo
ferviente de tenerla cerca se desvaneció. Una naturaleza en contradicción los
unía y distanciaba al mismo tiempo; le provocaba oscuras visiones fantasmales
que acechaban su plano terrenal y se encolumnaban delante de su bella Dama…cada
uno en su sitio, en su encaque.
Una simetría absoluta se reflejó frente a
sus ojos. Filas y columnas se proyectaron…Una lid blanca y negra se desataría y
no había otra alternativa que afrontar
el desafío. Tal como Helena de Troya, su Dama era la representación pura de la
belleza deslumbrante e irresistible. Dos
figuras masculinas se enfrentarían por el amor de la Reina.
El asedio y los encarnizados movimientos
comenzaron. Ambos bandos se agitaban estratégicamente sobre el campo de
batalla. Caían unos sobre otros, cubrían hileras, se alineaban…
La partida estaba llegando a su fin… el adversario
se aproximó al centro de la zona… No sentía temor ya que estaba dispuesto a
morir por ella. Su oponente lucharía hasta el fin. Él no se entregaría con
facilidad. Recobró fuerzas, coraje y, alzando su vista la vio cercada aún, sin
salida, de pié en la lejanía… Entonces el valor lo impulsó.
Extraños
sonidos sucumbieron todos juntos en una dimensión consciente e inconsciente de
dos mentes paralelas en fricción.
El mundo era notoriamente blanco y negro; en
sus oídos, el ruido tormentoso ingresaba arisco y penetraba su esencia. Sólo
poseía la incesante obsesión de caer a los pies de su Dama.
Finalmente destruyó a su enemigo. Ahora llegaría el momento esperado… Uno
abatido; otro vencedor.
-¡Jaque
mate al Rey blanco!-se escuchó firmemente.
Aún confundido se deslizó hacia el frente… y
en otra zona, jadeante y exhausto, se arrojó a los pies de la Dama blanca. Seguidamente,
ella al verlo postrado, se inclinó y lo rozó con sus suaves labios…
Entonces, el Soberano se disgregó imprevistamente hasta terminar
reducido en un montículo de aserrín... El amor como el veneno, puede curar o matar.
La niebla, humo blanquecino de un cigarro,
desapareció en el estrecho espacio de una mesa de bar, de una ciudad
cualquiera, donde dos competidores habían finalizado su cotidiano juego.
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