Escribo...

Escribo porque mi alma se libera, guía las letras y transporta emociones... Compongo porque dialogan, silenciosamente, la pluma y el papel mientras sublimes ascienden mis versos.

lunes, 25 de mayo de 2020

La lid


Un dulce perfume a madera lo inundó y en la oscuridad pudo tocar la silueta de la Dama.  Los labios como macizos inaudibles… Ella no lo abrazó, pero de todos modos, él la sintió rozándole el cuerpo frío.  Cerró los párpados y la recorrió sin tocar.
   Quiso abrir los ojos, mas no pudo y en esa instantánea parálisis ocular, imaginó entonces a su amada.  Luego, en un mar silencioso de perfumes, ella se esfumó hasta perderse en la bruma. De pronto, las ilusiones de un futuro amoroso se convirtieron en la condena de un presente imperfecto.
   Agudizó la vista para reencontrase con la Señora, no obstante la niebla sólo le permitió calcular la distancia que los separaba. Observó entre nubarrones su contorno lejano, erguido, tieso, detrás de una formación de variadas figuras que la protegían; la mantenían distante, encerrada en ese mundo que era una antítesis del suyo.
   El fin parecía  asomarse como vía posible. Su anhelo ferviente de tenerla cerca se desvaneció. Una naturaleza en contradicción los unía y distanciaba al mismo tiempo; le provocaba oscuras visiones fantasmales que acechaban su plano terrenal y se encolumnaban delante de su bella Dama…cada uno en su sitio, en su encaque.
   Una simetría absoluta se reflejó frente a sus ojos. Filas y columnas se proyectaron…Una lid blanca y negra se desataría y no había otra alternativa  que afrontar el desafío. Tal como Helena de Troya, su Dama era la representación pura de la belleza deslumbrante e irresistible.  Dos figuras masculinas se enfrentarían por el amor de la Reina.
   El asedio y los encarnizados movimientos comenzaron. Ambos bandos se agitaban estratégicamente sobre el campo de batalla. Caían unos sobre otros, cubrían hileras, se alineaban…
   La partida estaba llegando a su fin… el adversario se aproximó al centro de la zona… No sentía temor ya que estaba dispuesto a morir por ella. Su oponente lucharía hasta el fin. Él no se entregaría con facilidad. Recobró fuerzas, coraje y, alzando su vista la vio cercada aún, sin salida, de pié en la lejanía… Entonces el valor lo impulsó.
Extraños sonidos sucumbieron todos juntos en una dimensión consciente e inconsciente de dos mentes paralelas en fricción.
   El mundo era notoriamente blanco y negro; en sus oídos, el ruido tormentoso ingresaba arisco y penetraba su esencia. Sólo poseía la incesante obsesión de caer a los pies de su Dama.
   Finalmente destruyó a su enemigo.  Ahora llegaría el momento esperado… Uno abatido; otro vencedor.

-¡Jaque mate al Rey blanco!-se escuchó firmemente.

   Aún confundido se deslizó hacia el frente… y en otra zona, jadeante y exhausto, se arrojó a los pies de la Dama blanca. Seguidamente, ella al verlo postrado, se inclinó y lo rozó con sus suaves labios… Entonces,  el  Soberano  se disgregó imprevistamente hasta terminar reducido en un montículo de aserrín... El amor como el veneno, puede curar o matar.

   La niebla, humo blanquecino de un cigarro, desapareció en el estrecho espacio de una mesa de bar, de una ciudad cualquiera, donde dos competidores habían finalizado su cotidiano juego. 



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